sábado, 21 de noviembre de 2009
Charcos.
Un conjunto de nubes grises alborotan mis sentidos. Como cuando niña.
Lo miro todo, hasta ese puntito que casi no se deja ver. La ventana es un imán que me atrae y me deja con los pies adheridos al piso.
Tengo ansias de ser espectadora de ver el llanto del cielo.
Una. Dos. Cientos. Infinitas gotas jugando a caer y juntarse todas en una.
La ventana se abre y una brisa húmeda me invita a saborear aromas a tierra mojada.
Y salgo. Dejo que llueva en todos mis sentidos y volver a ser una niña. Chapoteando y coloreando mis zapatos blancos. Saltar y saltar hasta obtener una gotita de barro en mi nariz.
Ya no soy tan pequeña y aun así conservo esa necesidad de abrir mis brazos y girar girar chorreando felicidad ingenua, perfecta, descomunal al dejar jugar la lluvia entre mi cara.
Llueve lento y sin pausa lo justo como para que pueda derramar todos mis males fuer de mi.
Un conjunto de nubes grises alborotan mis sentidos. Como cuando niña.
Lo miro todo, hasta ese puntito que casi no se deja ver. La ventana es un imán que me atrae y me deja con los pies adheridos al piso.
Tengo ansias de ser espectadora de ver el llanto del cielo.
Una. Dos. Cientos. Infinitas gotas jugando a caer y juntarse todas en una.
La ventana se abre y una brisa húmeda me invita a saborear aromas a tierra mojada.
Y salgo. Dejo que llueva en todos mis sentidos y volver a ser una niña. Chapoteando y coloreando mis zapatos blancos. Saltar y saltar hasta obtener una gotita de barro en mi nariz.
Ya no soy tan pequeña y aun así conservo esa necesidad de abrir mis brazos y girar girar chorreando felicidad ingenua, perfecta, descomunal al dejar jugar la lluvia entre mi cara.
Llueve lento y sin pausa lo justo como para que pueda derramar todos mis males fuer de mi.
;;
Subscribe to:
Entradas (Atom)